Tengo una sensación fría y gris, pareciera que no importó una noche de fogata y calidez humana, ya al día siguiente vuelve ese sentimiento acompañado con un ligero silbido de asma. Heme de nuevo en la ciudad que nací, en la casa a lado de la otrora embajada británica. De regreso de villa del carbón, el bosque de encinos cedió al caos, a la ambición y a la falta de planeación. Cerros que en algún momento fueron bosques ahora son bosques de concreto gris, los coches pululan como si de hormigas se tratasen, por todos lados sale gente y hay comercios, una sinfonía sin acordes, ni patrones estéticos, solo ruido y más ruido. A lo lejos apenas se vislumbran los enormes edificios, no es una neblina de humedad que los oscurece, sino una nata de contaminación. Así uno se perfila hacia el centro pasando por sendos edificios en lo que ahora es nuevo, nuevo Polanco, así como hongos o motas gigantezcas se yerguen amenazantes con letreros que no ocultan que son para nómadas digitales, un poco antes apareció el periferico con su privilegio hasta en los carriles, si quieres el tramo elevado debes de pagar 114 pesos mínimo. ¿Me pregunto sobre los cientos de miles o millones que diario viajan sin privilegio? Me responde el neoliberalismo y la ambición, nunca hubo un proyecto público, no imagino como hubiese sido si en lugar de carriles elevados para coches se hubiera hecho un sistema de trenes que recorra el periférico, sirviendo a esos millones de ciudadanos que siempre han sido de segunda o de tercera. De nuevo se recalca el privilegio de unos cuantos.
Así me doy cuenta que lejos está la utopía que uno desearía, la realidad es cruda y gris como el tabique "block" de todas esas casas hacinadas en la periferia, adusta e imponente, como esos edificios futurísticos de vidrio.
Ese es el frío que no sale de mi cuerpo y me estremece cada que regreso, esa es la ciudad que ya no reconozco como aquella de mis recuerdos, ahora se ve tan distinta y caótica. Toda una distopía de las feas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario