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sábado, 8 de septiembre de 2018

En otro lado

Revuélcate y aspira esos vahos que enerban la mente y liberan las endorfinas, mientras la vida sonriéndo se escapa, torpe embelezado por la carne, un hollin que ofrece la simpleza frente a la complejidad, así tus ojos negros encendidos alimentan la combustión de otros fantasmas que vagan por la ciudad, sin saber que la combustión quemará tu par de carbones. Las luces tenues alumbran otro torpe, cuya vida es más muerte, que otra cosa.

El año de la suerte de la roda del parque bicentenario

Rato de no escribir en esta bitácora y como hábito que se pierde, así mi pericia para escribir zozobra, hace un par de horas me veía envuelto en una de las cosas que disfruto demasiado, aunque mi cuerpo y gordura no da para dar una estética manifestación, aún así como borracho que disfruta de una buena cerveza y esta sin duda se bebe al borracho, así disfruto escuchar el berimbau, el atabaque, el agogó y las palmas batir, las voces como olas del mar rebotan, salpican, llenan por completo y en otras ocasiones ahogan en una alegría crasa, otras en una emoción franca, así lo que comenzó con Bigo, Zumzum, Huitzi, Tania y otros tantos capoeiristas en un parque donde otrora había una refinería, ahora se cristaliza en un parque con orquideas, otros árboles y el inmenso cielo un foro muy interesante para expresar la capoeira. Mas esa beldad, no deja de tener una imperfecta mancha propia de nuestra decadente época donde la putrefacción del abandono y de buscar solo una lógica estúpida de mercado ve un parque como un posible lugar donde poner una plaza comercial y edificios de departamentos. Sin duda así se recordará la estupidez del siglo XXI, si es que la ciudad de los palacios no sucumbe ante tanta barbarie. Un gran coraje me embarga al saber que mis impuestos terminan apoquinando gordos y flojos diputados a un lugar donde la gente va a hacer ejercicio, a disfrutar la capoeira, ya que este espacio no es exclusivo de esta arte, sino de otros deportes y otras maneras de convivir más alla de ser torpes humanos encerrados en una plaza comercial para tragar y comprar estupideces sin sentido. Sería tan irónico que el parque que festeja nuestro bicentenario de independencia, terminara como una plaza que festeja la exclavitud moderna.