Se viene la pascua y los días santos del cristianismo, el calor ya empieza a sentirse y las plantas comienzan a mostrar esa fuerza que traduce en un verde intenso, las flores se abren y así comienza de nuevo ese ciclo que para nosotros es más espiral, ya que uno va envejeciendo. En esa belleza del bucle divergente me viene la mente ciertas ideas que leí en el Templo del Alba, libro de Mishima. En algún momento Honda hace la reflexión de lo que es la efimeridad del arte al contemplar el ocaso, así el arte en sus diversas manifestaciones irrumpe el azul racional de nuestro día con esos colores carmesís, violáceos y morados dándonos toda una exaltación a nuestros sentidos y es ahí donde sentimiento se impone sobre raciocinio para posteriormente dar paso a la negritud de la noche.
Llevo rato como dando vueltas y no logro concentrarme ante temas aburridos como lo es para mi la arquitectura de software, no encuentro ese enlace que mezcle y haga un símil entre la arquitectura que todos podemos admirar en edificios y jardines versus un sistema de software que uno construya. En fin el tiempo paso y eso de estar en la banca de la empresa aguardando un cliente a veces no es miel sobre hojuelas.
A qué iba a todo esto, bueno en parte solo quería expresarme ante un gusto culposo y en el divagar de las ideas terminé recordando mi lectura, en otra parte quería compartir precisamente la imagen que me recordó la descripción que leí en el templo del alba sobre la belleza y la efimeridad.
¿Jiraiya?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario