Comenzando el mes en el que arranca la primavera aproveché mi visita a lares de la muy noble y muy leal Tenochtitlán-CDMX para visitar al buen Rulox. Del inicio de la amistad fue más circunstancial que otra cosa, aunque qué amistad no empieza de manera circunstancial, es decir por azares de la chamba terminó a mi cargo cuando tenía un grupo de mercenarios, digo de colaboradores no contratados por Equifax, a mi cargo para ayudar a mover la última versión de Cyber a Collections, sin embargo quien esperaba fuese una especie de mano derecha resultó todo menos eso, en contraste con alguien con mucho menos experiencia que fue tomando paulatinamente el liderazgo y es ahí donde a veces uno no puede confiar al 100 en el currículo y en las primeras entrevistas por que hay cada pájaro nalgón. En fin, como decía Raúl más allá del liderazgo ofreció una empatía que me ayudó bastante laboralmente, pero también una calidez humana chida, generalmente acompañada con cerveza y una forma auténtica de ser, a comparación de otros quienes también levantaban el tarro, pero buscaban algo más, y que curiosamente no estaba en mis manos, aunque ellos creían que sí.
Finalmente en algún momento Raúl encontró un mejor trabajo por mucho y si bien me dio tristeza que tuviera que irse, en esos aspectos hay que separar el trabajo de la amistad, también me dio gusto ya que a final del día también en algún momento yo me iría y qué mejor que ver a un buen camarada crecer y tener los beneficios que se merece.
No obstante, la amistad siguió ya sea compartiendo morbo, chistes y otras ñoñerías, incluso se animó el cabrón a entrenar en línea, lo cual me da gusto y admiración, ya que pocas personas siguen esa idea loca de entrenar. En el fondo me gusta esa satisfacción de fungir como una especie de maestro, aunque en realidad uno termina siendo más aprendiz, me agrada compartir en cierta forma mi experiencia para mejorar la vida de otra persona y más si es alguien que me cae chido.
Así que aprovechando la invitación, terminé visitando a Raúl y a su esposa Viri en su casa en Cuernavaca. El calor era intenso, aunque no por ello no agradable, me recordó hace muchos años cuando otro buen amigo nos invitaba a su casa en Oaxtepec o Rata y su casa en Jojutla.
Raúl paso por mi a la estación de camiones en el centro y me sorprendió los enredos de calles que me recuerdan un poco a Guanajuato de ahí hicimos parada por cervezas y ya en su casa Viri nos recibió con una sabrosa cecina y otros vegetales. Poco después ya en su terraza con el remanso cálido de los elíseos, el ocaso se pinto naranja, morado y luego azul, la cerveza fluyó, el mezcal y otro aguardiente de maracuyá, así las palabras fluyeron como si notas de Siringa se tratasen.
¿Dafnis y Pan? |
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