Entre un inmenso desplegado de pirotecnia y el gusto de mi muy querido amigo "suave lomito" Fernando por obligarme a ir, bueno en realidad no, quise decir por invitarme disfrute este año par del espectáculo de los castillos y por primera vez el ajetreo de los toros de pólvora y fuego. En el caso de los castillos coincidí con el famoso cronista de la ciudad de México: Jorge Pedro. De camino de ido platicamos, mientras Ferdog manejaba y Daniel dormía, sobre las peripecias de Jorge en Nayarit y otros lugares recónditos de México, curiosamente me enteré por él que esta el famoso templo del Zacate, también platicamos sobre lo terrible que está la gentrificación y mirad que para que don rayo gentrificador diga que está cabrona la situación dice bastante --si lees esto Jorge es broma lo de rayo. Como decía también hablamos de lo curioso que son los estados, ya que más que estados soberanos parecen provincias o señorías de los gobernadores en turno, lo que me lleva a pensar que quizás es a nivel federal las únicas elecciones que parecen no ser simulación. Desviándome y dando un poco más de contexto, en Nayarit, por ejemplo, no hay una alternancia de poder digna, lo que hay es un grupo de familias ricas y de abolengo que se dan la gubernatura por turnos y aprovechan para saquear a gusto. Así Jorge me hablaba de la misma situación en su natal Aguascalientes. También conversamos sobre lo terrible que son los famosos cotos y fraccionamientos, ya que le compartí mi reflexión en dichos días a propósito de mi estadía corta en el chilango: Se hace usufructo de infraestructura creada hace 100 años, es decir la Roma, la Condesa, la etcétera colonias con calles amplias, arboladas, edificios abiertos, al menos en fachada, al público son explotados hasta más no poder, pero qué de los edificios creados en el siglo XXI o de las colonias creadas en este siglo, qué disfrutarán los mexicanos del siglo XXII. ¿Visitarán cotos o fraccionamientos, si es que está permitido acceder? En fin me da gusto saber que no soy uno de los pocos que creemos que los cotos son la tumba de las ciudades y del urbanismo público. Incluso Jorge hizo sorna de la terrible inseguridad de Aguascalientes y que por tanto son taaan necesarios los cotos privados, voto al diablo que es una falsedad alentada por los ambiciosos empresarios.
Ya llegando al pueblo de Tultepec caminamos por la calle central hasta la explanada o terraplén mejor dicho donde se erguían imponentes los castillos, Jorge y Fernando haciendo la labor de comunicadores terminaron entrevistando a uno de los maestros pirotécnicos: Alejandro Huitrón Martínez, representante de HUMA pirotecnia. (Por cierto acá Luz, más luz uno de los artículos de Jorge sobre dicha visita)
Una de las palabras que recuerdo me llamaron la atención de la entrevista que le hicieron a Alejandro fueron en las que este mencionaba que aún con un accidente de quemadura, mostrando sus brazos quemados, y tras un descanso volvió a la pasión de armar pirotecnia. --¿Qué iba a ser albañil? -- dijo preguntando como dando a entender que ese sería su trabajo si dejara la pirotecnia por el riesgo. --No, mi pasión es armar la pirotecnia, los castillos-- respondía enfáticamente como embelesado por saber quizás que se tal vez se llevaría las palmas de la noche.
Antes de que empezara el espectáculo, caminamos disfrutando la algarabía de los libares, micheladas, pitufos y otras bebidas más. Costillas y otras carnes engarzadas como una brocheta gigante, pan de pueblo, juegos mecánicos, banda en un templete a lado opuesto de la sección del terraplén dedicada a los castillos, así poco después comenzó cada uno de los castillos a tronar a llenar de rojos, amarillos, rosas intensos con desplegados de fuegos artificiales que dejan achicados otros despliegues como el de la independencia o el de año nuevo, curiosamente en un rincón del estado de México se daba vuelo a la hilacha de pólvora.
Siete días después ahora sustituyendo a Jorge, Nicolás el regio, y los demás constantes asistimos a la quema de los toritos. Ahora la algarabía era más popular y los toros del tamaño de un coche compacto atizaban con sus cohetes a todo aquel que se acercase. En algún momento adrenalina, en otro ya confiado para tomar fotos cerca y en otro tanto huyendo tras sentir el primer cohetazo en el cuerpo, así mi estadía en el chilango terminaba con una interesante experiencia que no había vivido antes. Recordando el toro miniatura, que carga una persona, en la feria que se hacía en la colonia Cuauhtémoc en honor de la virgen del perpetuo socorro, sí en esa colonia ahora llena de snobs y gays de mundo, donde los perrhijos abundan y los godines departen, donde ya no hay casi casas californianas y en su lugar se levantan bloques de concreto de 5 millones para arriba en esa colonia cuando era niño de cinco años, huía temeroso del toro y sus chispas incandescentes al regazo de mi madre o de mi abuela.
Gracias Ferdog por invitarme a tremendo hauteque, donde la jovialidad converge y las costumbres populares aún perduran, pues qué mejor que ser devoto a un santo que el fuego artificial no queme, pero que tampoco el fuego artificial no alumbre ante la majestuosidad del artificio sobre la química y la pólvora. Por cierto desde aquí te mando un gran abrazo por que hoy los chifladores que son tu existencia chillan por otro año más entre nosotros.
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