Qué simil que el de una especie de vampiro de cierta colonia, una especie de monstruo condenado por la iglesia por las terribles prácticas contra natura, todo un ente digno de satanás, así cierta inclinación es la cruda metáfora y ahora que el cuarto piso empieza a acomodarse, el vampiro decidió que quizás era momento de confesar su verdadera naturaleza. Es ahí en ese punto que probó suerte con un mancebo amigo, un excamarada de armas con quien por un tiempo conversaba casi a diario, así el monstruo chupasangre en el cotilleo diario soltó la confesión.
Quizás movió al conde el contar sus proezas y aventuras a alguien que no fuese vampiro y al inicio todo iba interesante, ya que el amigo estaba sorprendido, pues su concepción sobre los vampiros estaba muy lejana de lo tan cercano que era dicho excamarada de armas.
El empalador de hombres esperó ansioso el vendaval de preguntas y curiosidades que tuviese el pobre amigo afecto a la cotidiana conversación, sin embargo el vendaval terminó siendo una brisa primaveral, así fue como el señor de dichas prácticas oscuras quedó más sorprendido que su amigo.
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