Volteo y observo sigilosamente a mi izquierda y de reojo a mi derecha hacia arriba para en un arranque, inobservable según yo, hundir mi dedo índice ya sea derecho o izquierdo en las cavidades por las cuales inhalamos el líquido vital. Buscando respuestas a las cuestiones derivadas del constante estrés: ¿Qué mi padre cada vez está más loco? ¿Qué haré una hora y cacho de tráfico? ¿Qué no tengo nada que hacer, la vida se escapa y yo en una oficina? Así pretendo perder cabeza concentrándome en la labor en donde la falange es la pala, la mano la maquinaria y la tierra llena de arbustos negros aquella parte de nuestro cuerpo que conocemos bajo el nombre de nariz. ¿Por qué argumento el estrés? Pues por que cuando me encuentro viajando o de vacaciones o de fin de semana rara vez recurro a buscar pepitas de oro.
Soy un Godinez irremediable, el sol afuera,
mis ojos y mente encerrados
mi alma ha sido apabullada
que el coraje cobarde, uno de mis estilos.
Retomo la nariz, como si fuese un pericazo, solo que en lugar de inhalar, son mis uñas las que buscan esa gomosa sustancia y una vez que la han obtenido se deleitan como drogos posesos. Quien dice que libertad tenemos, si el mercado nos aprisiona y el aspiracionismo nos sosega.
No soy irremediable Godinez
pues esta jaula azul, aún incomoda,
sigo ensoñado por la vida afuera.
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