Después de algunos años de no viajar con el cliente, volví a hacerlo. Una situación chistosa, pues un amigo de la oficina - aunque es mucho más que de la oficina, pero bueno es para poner el contexto- dicidió terminar su existencia laboral en la empresa donde laboro, así que sus proyectos pasaron a mis manos en el inter entre que su anuncio se lleva a la realidad. Santander fue uno de los primeros clientes de la empresa, desde que nuestro sistema se usaba en consolas y no había aliño alguno de html. Nuestro sistema se usa para la cobranza telefónica, así que siempre se ha visto en la necesidad de integrarse con otros sistemas de comunicación como melita o genesys. Es en ese punto en el que el proyecto requiero no solo del cliente, sino de otros proveedores del cliente y es en esa situación en la cual los desarrolladores tienen que viajar para convivir con otros desarrolladores. Muchas veces los viajes son mereamente teatrales, pues como el consultor de aplicación no tiene el suficiente conocimiento técnico, este no puede defenderse de los embates clásicos de la cultura laboral: ¡Quién es el culpable de que no funcione mi aplicación! Gritará el cliente molesto con una hacha lista para decapitar al ingrato proveedor. Así que en la mayoría de los viajes mi situación es la de un malabarista que cede la papa caliente a otro y así hasta que el proyecto converge a algo estable. Sin embargo esos roces se toman con filosofía así que el cliente, sus múltiples áreas: usuarios, administradores, calidad, etcétera; y los proveedores terminan conviviendo a la hora de la comida, las juntas, etcétera.
Para mi es interesante, pues rompe con la rutina y tengo oportunidad de observar como los usuarios destrozan a teclazos el software que uno desarrolla. En ocasiones anteriores he usado dichos viajes para conocer otras ciudades, como Monterrey, Querétaro o Morelia, incluso para tener una que otra aventura o darse uno que otro taco de ojo.
Al convivir con el cliente uno se da cuenta, como fue el caso de esta reciente visita, que aún es joven e inexperto, pues uno convive con gente que tiene mi edad en experiencia laboral, que empezaron a trabajar en la computación cuando esta usaba enormes mainframes y tarjetas perforadas. Lástima que no pude aprovechar los viáticos para ir a comer a las espadas Brasileñas, pero bueno, al menos, después de unas tres horas de viaje satisfací mi apetito con una buena cerveza de la fábrica de cervezas y platicando con el futuro exinffinixtito sobre cotilleos laborales.
Lo jocoso del asunto es que yo creí que él sería el último de los teydesianos en permanecer en la empresa. Los teydesianos es el nombre con el cual nos autonombrábamos al grupo de personas cuya amistad surgió en la oficina, particularmente en el área de tecnología y desarrollo, y que después trascendió las paredes de la oficina. Siguiedo muy por el estilo el mote de Dios los crea y ellos se juntan, así nos, terminamos juntándonos para jugar juegos de mesa, ir al cine, viajar al ranchitito, etcétera.
2 comentarios:
ffff, me recordó a cuando tienes que aguantar a clientes, estar cara al público es muy duro, y bueno eso de los gritos ¡¡¡ quien es el culpable de que no funcione mi...!!! sea lo que sea siempre gritan.
Es la primera vez que entro a tu blog, y me quedare a dar una vueltecita. Un besazo.
Gracias por visitar este cuchitril =) Saludos!
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