Te observo impávido según yo, mas en el fondo tiemblo de imaginar todas las posibilidades que significas, tu color bermellón intenso, como si la bandera de un revolucionario tratase. Estupefacto de que hayas nuevo salido de mi ser, no me siento cansado, ni mareado, sólo absorto por la intensidad con que reposas en el lavabo. Dime roja flema a qué has venido a este mundo, acaso eres el duro recordatorio de que todo ser vivo tarde o temprano sucumbirá ante el velo oscuro de lo inanimado. ¿De qué me sirve enviar un mensaje a kilómetros, si mis piernas paralizadas no se mueven ni un metro?
Así te repites más intenso que hace un año, mis neuronas alborotadas van y vienen pensando en catástrofes para quienes las sustentan, el amado ser que despierta al notar la ausencia acude a dicho templo de limpieza y me observa, yo observo y acongojado no tengo respuesta, más que la debilidad impropia de quien no es un chacal. De nuevo ya en la cama, pienso en nada en particular, el sueño se vuelve un privilegio y temo que vuelva a repetirse la misma escena una vez más hoy o mañana. La oscuridad cede al alba, el silencio a los ruidos, el día gris, chillante para los ojos, es el manto de la indiferencia cuyo olor hace que uno escupa los pulmones. Es un día cualquiera en esta urbe caótica conocida como la ciudad de México, espero que sean pocos los días que me queden en dicha ciudad y muchos los que disfrute en cualquier otra ciudad que me permita descansar sin escupir medio pulmón en la madrugada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario