Aprovechando que la Chuleta se encuentra estudiando su posgrado en Calgary, aunque en el fondo más que aprovechar deseaba visitar. Decidí seguir el proceso de humillación, digo el proceso para obtener una visa de visitante. El seguimiento se dió en primera instancia obteniendo los papeles necesarios y solicitando una carta a mi jefe donde me diese el visto bueno a mis vacaciones, si uno pensaba que a los 30 uno dejaría las épocas de kindergarten está muy equivocado. La entrega de los papeles y demás requisitos la hice en viernes. El edificio, donde se ubica la oficina del intermediario encargado de recopilar dichos datos y validar la información; está a unos pasos de la glorieta de la nique de la victoria, acá el ángel de la independencia para los cuates. Llegué al piso donde entregaría los documentos y me atendió un recepcionista medio jotillo, que tomándose en serio su trabajo decidió tener la flema inglesa y no responder a mis efusivos "gracias". Sólo que había un pequeño detalle el jotillo era tan mexicano, como su servidor.
Posteriormente me llamaron a sentarme frente a un escritorio de atención y contesté las diversas preguntas sobre si traía perengano documento o sultana copia. Contemplé la vista que ofrecía dicho edificio del ángel de la independencia y del paseo de la Reforma. Me preguntaba que se sentiría trabajar en un lugar mamón o fresita como este. Esta cuestión de ser oficinista en un lugar como el paseo de la Reforma me viene varias veces a la mente cuando ando caminando a las 8 o 9 de la mañana por Reforma y veo a todos los oficinistas trajeados. Las mujeres engalanadas con tacones y los monitos con trajes al último grito de la moda. Sin duda una desventaja de trabajar en una oficina ubicada en un pueblo olvidado del Dios del cosmopolitismo oficinil. Quizás mero debraye mental. Me movi a la sección donde le toman a uno fotografías y sali de nuevo a la calle rumbo a mi trabajo en el cerro.
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