He viajado al sur a donar mononucleótidos, la paranoia me hizo consciente de lo no trivial. Unos días atrás sentíame contento de poder colaborar, ahora, el corazón se agüita, elucubraciones saltan cuan porros neuronales. ¿Y si la aguja tenía algo? Subo al coche y antes de hacerlo me topo de nuevo con aquel árbol que me dió la bienvenida, minutos antes al salir del coche. Sin duda esto reafirma mi humanidad por aquello del dicho. Ya en marcho emito una y otra vez la alerta, el silencio por respuesta y ya cuando pensé que no habría más que solo silencio. La voz de la montaña desde lares fríos, majestuosa, cuan flotante sueño me anima. Sin duda debré de escalarla y caminarla pensando en conquistarla o quizás en ser conquistado. El color apenas soportable, el tráfico, irrumpe el teléfono y en el eco del auricular: Es sólo una rebanada del pastel. Desde muy niño op. 28 no. 15 surca mi cerebro, cuando menos me lo espero aflora acorde tras acorde. Me recorre un agradable escalofrío pensar que Chopin en un sueño dió a luz a Eternal Sonata. En mis neuronas debo tu sueño.
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