Las historias o lo que uno cuenta es agua que brota a borbotones de la existencia propia o a través de lo que uno vive. En el caso de los teclados bien temperados no es la excepción. Desde que tengo uso de razón siempre me ha llamado la atención los instrumentos de teclado: el piano, el organo, el clavecín y el clavicordio. Quien se precie de conocer al autor de este texto sabe que de pueril de 4 o 5 años cuando mis padres me dejaban solo en la casa ponía a todo volumen la tocata y fuga en Re menor, mis padres nunca imaginaban que supiese a esa edad usar el modular. Curiosa es el caso de su humilde servidor, pues ya en la universidad, inicios, me dio por escuchar clavecín a la menor oportunidad en la radio escuchaba tal, pues dadas las circunstancias careciamos de casetera o de reproductor de cd, y una de las primeras cosas que empecé a escuchar fueron piezas compuestas por Domenico Scarlatti y ejecutadas por el legendario Scott Ross. En ese punto aprovechando el auge de tower records o mixup, junto con el hecho de poder escuchar lo que uno pidiese para evaluar la compra, empecé a escuchar algunas obras de Bach, sin necesariamente comprarlas, la música antigüa a diferencia de la moderna es cara y, afortunadamente, pocos la piratean. Ya después que nos hicimos de un Walkman empecé a ir al CENART a que me grabaran algunos cds en casetes y una de los primeras grabaciones fue el clave bien temperado. Hoy a casi 10 años de escuchar sigue dándome hatos de nostalgia y emoción la BWV 853, una de mis favoritas.
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