En estos treinta y cacho años de existir, nunca había tenido la oportunidad de asistir a una despedida de soltero digna de ser llamada como tal. Lo sé quizás sea lo bueno o malo de tener en parte amigos cluster, amigos ñoños. Sin embargo con la maestría que caracteriza la organización de fiestas de ese tipo, aquel ingeniero que es bueno en la delantera del fútbol se dió a la tarea de organizar una. Dicha coincidió con la fecha en que se organizaría la comida de fin de año de la empresa ahora parte de otra empresa.
Llegar a la comida de fin de año impuso sus retos, me recordó el infierno que es santa fé, zona cuyos precios son infernalmente celestiales, pero que adolece de toda lógica urbana, en tal evento pude convivir con muchos rostros nuevos, incluso fue curioso observar como una área de mercadotecnia y ventas es diametralmente opuesta a una área ingenieril. Mas al final el alcohol hace de aceite social y todo mundo termina sacando sus demonios. Debo de confesar que me dió bastante gusto ver a antigüos camaradas, algunos con quien convivo día a día de manera virtual, así como otros que a usanza de guerreros o navegantes terminan en algún rincón del planeta llevando la conquista de CR.
Finalmente el momento en que la comida agonizaba dio a luz al oscuro proyecto que era la despedida de soltero. Los coches se organizaron y el destino fue ahora en el pueblo de Santa Fé con el motel típico con espacio para el auto y la respectiva cortinilla que oculte a tal. Lo sorpresivo y quizás por que no soy un docto de moteles fue la habitación conectada con otras habitaciones y la alberca de cloro, digo con cloro, un sillon colgante con cadenas y los típicos sillones con diseño ergonómico para favorecer diversas artes amatorias. De nuevo el whisky y otras bebidas fluyeron, la música, las luces, una que otra chica colada de la oficina.
En el estado de excitación alcoholica terminé, debo aceptarlo, en boxers, nadando en la alberca, junto con otras compañeras, uno que otro ingeniero, uno que otro asiduo lector al blog y que una decada y cacho nos separa en nacimiento. De todos los lugares imaginables creo que sería la última persona que me imaginaria que en temática de pedo terminara contándome que lee esta bitácora.
De pronto el resto de los compañeros cuan moscas revoloteando, se formaron en pos de las Venus de Milo y jalea que llegaron con su tersa piel y sus trajes de baño bastante chicos. Quizás hubiera sido interesante que aprendieran o supieran sambar o danza árabe para agudizar los sentidos y quizás generar alguna incómoda reacción típica de ser hombre. Sin embargo actuaron como si solo fuesen unas chicas. Chicas sin duda bastentes profesionales y curiosamente dieron pié a que incluso se reuniesen camaradas antigüos que ya no son parte de la empresa.
El tiempo fue transcurriendo y uno a uno fueron desapareciendo, siempre acompañados de tan bellas y suaves edecanes. En mi caso mi curiosidad hizo acompañarme de dos, aunque tristemente su show durase unos pocos minutos, sin duda fue toda una eternidad para la posteridad. En mi estupor Dionisiaco terminé ocupando el baño turco para secarme y aguantar el frío de Cuajimalpa y ya vencido por abusar del whisky me rendí ante Morfeo en una cama motelera.
En varios momentos entre conciliar el sueño me pasó por la mente que había vivido una especie de guión de alguna película donde uno se pregunta qué paso ayer, mientras observa el tatuaje en el brazo derecho o célebra uno como cavernícola las hormonas que distinguen al sexo "fuerte".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario