La transición entre el octavo y el noveno mes del presente año ha estado marcada de cambios interesantes en mi existencia. La incertidumbre ha cobrado nuevos puntos, así como su contrario. Para seros sincero extraño a mis roomies, dos personas, hermanos del alma, con quienes comparti dos años el día a día, aunque en cierta forma ya había compartido mi existencia con ellos mucho antes, pero no al grado de vernos en cueros o en bolas todos los días, de tener reuniones de pláticas en la cama de rata o de perro. De ver películas o de ir al super, de reir o llorar, en cierta forma intento pensar en otra cosa, pues de seguir pensando en ellos me vienen las lágrimas no de tristeza en su totalidad, pero si de alegría. Como en friends, la serie, llega un punto en el que me hubiera gustado que ellos también estuvieran como roomies en cambios en mi existencia, ni pez, así como no siempre tendremos 9 años, así la vida cambia inevitablemente se va ajustando en ese dinamismo incierto.
Lo cierto es que pienso mucho en las palabras mal atribuidas a Borges que recientemente han estado circulando en la red:
El árbol de los amigos
Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren todo el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, mas otras apenas las vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro papá y nuestra mamá, nos muestra lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.
Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.
Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado. Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies, cosquillitas a nuestro estómago, etc.
También existen aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.
Hablando de cerca, no podemos olvidar a los amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre hoja y otra.
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones.
Pero lo que nos deja más felices es darnos cuenta que aquellas que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Hoy y siempre... simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevaron mucho, pero no habrá de los que no nos dejaran nada.
Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por causalidad.
Pueden consultar aquí
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