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miércoles, 11 de julio de 2012

La hora del jején

Rodrigo una noche antes había abordado el autobús rumbo a Tepic, su corazón palpitaba en demasía, pues no sabía que pudiera pasar. El último asiento coincidió con la compra, el asiento 30 pegado al pasillo. Dispuso sus asentaderas y llegó casi al momento de partir quien fuese su compañero de viaje. Un señor flaco, con barba corta, cargado de comida chatarra. Olía entre perfume y adultez madura. Su sumergió en el sueño que puedo proveer un camión de pasajeros. Ya a tempranas horas el calor de la ciudad destino lo envolvía, la lluvia que otrora fue constante ahora simplemente era una brisa acompañada de una tenue luz gris. Bajó del camión adormilado, se dispuso a recordar la dirección y otros detalles propios para dar con tal, pero la gentileza del precio del taxi terminó convenciéndolo.

Ya en el auto su vista se perdió en un parque inmenso, que por el gran hermano sabía que existía cerca de sus destino, imagino corriendo por las noches a quien despertaría. Llegó a la calle destino, marcó a Ivna. Envió luego mensaje a Ivna, finalmente decidió volver a marcarle y el impulso electromagnético se hizo bits y luego voz. Sus ventrículos se emocionaron y más al saber que si saldría a desayunar con él.

Yendo por los primeros alimentos del día su emoción se desfloró, besos, caricias, contemplar su rostro. Al libar de sus jugosos labios todo dio vueltas, cosas que no tenían sentido antes, ahora le parecían tan lógicas a Rodrigo.

Sin embargo, no entendía por que le dolía la pierna, primero una punzada en la rodilla, luego una especie de ardor en los tobillos y en los muslos. De pronto todo se hizo negro y de fondo el ruido de las llantas del autobús, terrible comezón, anunciaban la ciudad de México, abrió los ojos y en el camión se encontraba solo él. Sus tobillos hinchados le molestaban. Para su sorpresa se revisó y encontró un montón de piquetes. Grito, pero su exclamación fue apagada por la voz del operador - joven, ya llegamos. ¡Baje, por favor!

Ahora recordaba aquella canción que dice: Cuando vayas a San Blás el amor es el jején no se ve, pero deja marca.

Bajó del autobus y se encaminó al metro, entre apretujones propios de la mañana recordó su pie y encima de su pié el de Ivna, sonrió para sus adentros y la comezón desapareció.


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