Los días en la oficina se han vuelto tediosos... Literalmente estoy en un pasillo gris-azul sin luz vacío. Me aqueja un sentimiento de terrible aburrición, pues no hay capoeira en la tarde. Además perdí mi celular, lo que en cierta forma me da la ilusión de incomunicado, digo ilusión, pues en realidad son pocos los humanos que me hablan o me envían mensaje alguno. Tal vez sea esa ausencia la que ahora no precio, ya que hubiera recibido mensaje de alguna jugarreta exótica o al menos una sonrisa via mms. Por ese motivo decidí salir a caminar a este pueblo de crisma, pues no tiene andadores agradables y todo es caótico, me refiero a Cuajimalpa. Emprendí la aventura rumbo a la plaza llamada el Yaqui. Es curioso el sentimiento, pues mi vista de ser una hueva pasó a ser una no existencia. Es sorprendente ver tanto bullicio, cuan micos en jaula, gente histérica haciendo las compras navideñas, gastando aguinaldo, niños, parejitas. Incluso descubrí que en este pueblo aburrido había una sexshop, pero a comparación de los lares de donde soy, ni siquiera había alguien que atendiese, vacío el lugar. Ya en la mega cadena alimenticia, llámese Wal-Mart, simplemente anduve embobado viendo las pantallas de HD, pero meramente un desliz consumista que no culminaré obviamente. Luego emprendí camino rumbo a Suburbia, sin quererle llegue a un stand o aparador con varias maquinitas de comunicación, qué precios. Gastar miles de pesos en una madre de esas y ahora que reflexiono en mi vida he comprado un celular, el primero fue un regalo de mi padre. Un pinche ladrillote, posteriormente mi padre se encontró un celular y me lo regaló, ja en cierta forma ese celular se veía, como coloquialmente se diría: acá chingón. Incluso recuerdo que en alguna fiesta itamita fue chuleado. Curioso, pues pese a que la mayoría de las personas en el ITAM traían celular yo empecé a carcar con uno hasta el 2002, incluso en el periódico cómicamente decían que organizarían una cooperacha para comprarme un celular, pues nunca me encontraban. Mi tercer celular fue una palm-celular que mi padre me regaló. Dicha palm terminé vendiéndola por razones que no contaré y me quede de nuevo otra largo rato sin celular hasta que mis compañeros de trabajo, bueno Tania, me regaló su celular que fue el que recién perdí. Dicho celular me duró casi tres años. Y heme ahora en el dilema entre volver a la desconexión o comprarme un celular, que en mis momentos de patético depresivo coincido en que con o sin celular la desconexión es natural. Si tuviera una restricción presupuestaria muy lejana seguro compraría uno que vi que tiene 3.1 megapixeles y un tripié incluido, pues no tengo cámara. Quizá debería de volver a la desconexión, incluso eso podría dibujar una mueca contorsionada al carcelero de los demonios. Podría liberarme, incluso, de las llamadas de mi padre... Volviendo al sentimiento vacío, encontré un tablero de go, claro en una juguetería educativa, su origen era gachupin, no tenía muchas especificaciones y se veía bonito, bueno la foto, pues estaba sellado y el precio creo que inhibió a la vendedora y al escupitajeador de bits para decir: haber ábralo. Pensándolo es un gasto, pues no hay muchas personas con quien jugar y prefiero antes visitar el templo budista pa ver como anda la osa. Compré un subway, ya es aguinaldo, ya puedo darme un lujito, jajaja. Me senté a comer y a perderme en la luz blanca reflejo de una libre. ¿A donde deberé ir? Y mis pensamientos en blanco fluyeron. Irónico, pero acabo de percatarme que la luz blanca del monitor, en particular del block de notas, es tal vez isomórfica a dicha luz. Solo contemplo.
Son días en los cuales el año impar agoniza, a comparación del par que falleció en el cual vivía un sentimiento extraño al contemplar bridget jones, la segunda película, ahora, como todo lo humano, ni siquiera sé que sentimiento embárgame, tal vez un blanco tipo Moby en Hotel. Un blanco aséptico, como estar en un baño blanco-sucio sentado escuchando el zumbido del tubo neon, sin ruidos, solo el zumbido.
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