Subí al autobus, venía retacado de humanidad y quedaban dos
asientos vacíos, uno incómodo por le bulto generado por las llantas y el
otro en la esquina trasera del automotor para 20. Decidí por la
esquina, obligué a levantarse a dos personas dado el espacio para
acceder a dicho lugar, una vez acomodado voleteé hacia adelante y vi una
ninfa, su rostro terso, blanco apiñonado, con chapas, su pelo recogido
en coleta, sus oidos adornados por aretes, su cuello rosagante, unas
pestañas, por el efecto del rimmel tal vez, largas y negras. Unos veinte
y tantos por edad o menos, silueta enmarcada por unos pantalones tipo
jinete color caqui haciendo gala de una perfección no exagerada, pues a
un camión dudo mucho que subiese una diosa, mas una ninfa sí.
Desafortunadamente se posiciono hasta adelante, de inmediato empecé a
sufrir los embates de la moralidad, cederé o no mi lugar me atormentaba,
reflexioné sobre la igualdad de sexos. El camión se llenaba con más
gañanes, por qué ningún hombre sentado adelante cede su lugar, acaso
son tartufos, acaso no ven la belleza y fragilidad. Sus ojos emulaban
un cervatillo, una mirada adusta, pero a la par sufrida, maldición no es
que me sienta mal, pero como voy a forzar a levantarse a las dos
personas a lado mío para que la dichosa tome mi lugar, además si se
ofende, si reclama la igualdad de sexos, si reclama su derecho a estar
de pie en un camión como cualquier otra persona. Qué hubieses hecho si
en lugar de transporte público como medio, hubieses usado el automovil.
Irónico, seguramente vendrías en tu auto, posiblemente a lado del
camión, los remordimientos serían fantasma de alguna plaga pasada y la
joven vendría parada. Tan lejos del dolor, tan cercha del hecho. Me
pesan las pestañas, me rindo, viva la igualdad de sexos, vivan los
peros. Todo se vuelve negro, de pronto me despierto creo que no
transcurrió mucho tiempo. Mis neuronas me recuerdan a la joven, levanto
mi rostro, no se intersecta con el de ella, supongo que era un sueño o
llegó a su destino. La mayoría de la gente ya no está, me resigno saco
de mi petaca una tesis y comienzo a divagar sobre la manera de hacer la
mia. De pronto irrumpe el frio de lares altos, se abrió la puerta
trasera a unos cuantos pasos de mi. Surge el cervatillo y baja,
transpasando la ventana izquierda mis ojos pueden leer: CIDE. Con que
va en el CIDE, ahora entiendo su infactibilidad** en un camión,
estudiante... Maldito tibio, me recrimino, por eso la soledad es tu
amada, ríndome a la igualdad, al tibio calor gregario de no ver a los
ojos a nadie. Ese sabor me gusta, el sabor de ser igual, cortesía,
carajo, por qué discriminar a los patanes, si puedo ser un igual. La
experiencia me ha demostrado que lo vulgarcito atrae, me acabo de dar
cuenta que pensé tautológicamente y me importa un comino volverlo hacer:
Ser vulgar es ser popular, tiempos irónicos.
** Infactible bajo cierto modelo, pero dada su rutina hay que ajustar el
modelo - surge una sonrisa maliciosa -, creo que yo también debo de
ajustar la plastilina que me moldea, al fin y al cabo quién desea ser
popular. No todos los días los ciervos cruzan la carretera, ni toman un
camión para llegar al bosque.
1 comentario:
Ánimo Goffas, no es que no existan hombres es que no hay lugares.
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