Cuan otrora veinteañero ayer con unos compas, cuñaos, tras un par de años de encierro por pandemia decidimos citarnos para jugar squash, la verdad es que intenseamos al inicio y fue divertido, ya que como acerebrados preferimos la fuerza y velocidad sobre la maña, sin embargo no es lo mismo los mosqueteros, que los mosqueteros veinte años después, tratando de salvar una pelota, caí de nalgas sobre el isquion izquierdo, tenía mucho tiempo de no sentir un dolor tan agudo y que me incapacitara poder caminar por unos minutos, afortunadamente el dolor pasó, pude caminar y seguir jugando, un par de juegos después al saltar para salvar otra pelota sentí un calambre intenso en los gemelos izquierdos, aún así seguimos jugando ya más con maña que con intensidad e irónicamente fue en ese momento que comencé a ganar. Ya antes de acostarme, me dolía la nalga izquierda, las piernas, el brazo derecho y la espalda, incluso soñé que jugaba tocho bandera con las respectivas tacleadas, quizás como una racionalización del dolor en mi sueño. Hoy estuve cansado y en algún momento me quedé dormido en el coche después de comer, con trabajos pude volver al trabajo y en algún momento pensé en cancelar la clase de capoeira, afortunadamente no sucedió así y en una serendipia agradable, abordamos una especie de "arrastrao" de conocimiento culminando con una bella lectura de Carl Sagan la cual comparto en inglés.
Los ateos o agnósticos por nuestro entendimiento del mundo nos cuesta mucho trabajo imaginar que existe un ente que tiene un plan para cada uno de nosotros, personalmente creo que la religión es necesaria para controlar la naturaleza humana, pues no cualquiera tiene la capacidad para entender y asumir lo que implica que no haya ese imaginario, pero sí la belleza del Cosmos.
Volviendo a las palabras de Carl Sagan me gusta pensar y asombrarme en las maravillas de nuestra realidad arriba y abajo de nuestros pies. Es precisamente ese azar que toma formas bellas bajo nuestros pensamientos lo que en cierta forma da sentido a mi existencia. Así volviendo a la clase de capoeira ese instante de entropía que me hizo cambiar de parecer, acotado obviamente a mi realidad, y culminar con unas palabras interesantes en esta época de absurda discordia de muchas partes es algo que agradezco profundamente. Por cierto el padre de Carl Sagan es de origen Ucraniano, pero dudo mucho que Carl se hubiese decantado por apoyar una parte.
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