Retomando rutinas, el domingo fui al gimnasio, entrené brazo, pecho, me bañé y hambriento, ya que no había desayunado, me detuve en una juguería dentro del complejo donde se encuentra dicho gimnasio de tres pesos, pedí un jugo verde, me acomodé en las sillas o silloncitos dispuestos y mientras bebía el néctar verde abrí el cara libro y comencé a ver las noticias que amigos publican. Una en particular deseé que fuese broma, la releí dos veces y mis ojos no daban crédito, mi cerebro caviló un momento y sentí ese balde de agua fría, la tristeza recorrió de mi testa a mis dedos. Seguía sin creerlo, me dije para mis adentros por qué Nacho, por qué, volví a releer la nota de su hermosa esposa y fui consciente de que si sucedió tal cosa seguro Nacho dejó este mundo disfrutando tanto de lo que hacía.
Me asomé en su instagram y vi las historias publicadas apenas unas horas antes, su última vista fue contemplar la bastedad de la tierra y un contorno caprichoso azul surgía entre esa inmensidad. Por un momento estuve observando tu instagram y di con una foto que recordaba le había dado un me gusta, tus muslos blancos sobresalían del agua, uno de ellos tenía plasmado un fractal y el otro una mantarraya, ambos narran lo inconmensurable y el recorrido de ese inconmensurable, aunque siendo estricto uno es mesurable aleph 1 y contemplando esos chamorros, me vino a la mente los primeros momentos que coincidimos en este viaje.
Mas morros, recuerdo que la banda matemática nos organizamos y me invitaron a formar parte del rayo boreliano, recuerdo uno de los partidos y como el tiro del equipo contrario fue atajado por esos muslos duros y el balón disparado como trueno se dirigió a la cancha del rival, tengo que confesar que en ese momento quedé impresionado por menudo disparo, ya que en cierta forma nunca fui muy diestro en el fútbol.
Poco después del partido en la plaza de las palmeras platicamos de trivialidades como que tu te bronceabas como camarón al mínimo rayo de sol.
Como parte de dicha convergencia, poco después coincidimos en bodas de diversos amigos en común, incluso de las muchas fotos que en alguna tomé sales plasmado con tu compañera de vida. Eso me lleva a recordar el blog "Jime y Nacho" en blogsome y hablando de redes, sin duda muchas de tus publicaciones anti-peje eran un balde de agua fría, pero bastante atinadas en contrastar la borregada de tal momento, me gustaba mucho tu pasión por el mar y tu defensa absoluta por la vida marina.
"Mijo" es la frase que recuerdo y también con ello viene la admiración que sentía por ser un matemático dedicado a dirigir proyectos, me viene a la mente la vez que se organizó tu despedida a Costa Rica, platicando tal vez de mi insatisfacción laboral y tus neuronas haciéndose voz diciendo por que no buscaba algo con mayor reto. Sin contar que me sorprendió como decididamente optaste por bajar de peso, dije si Nacho puede, qué pretextos puedo tener yo. Mis neuronas me traen otros recuerdos, quizás no muchos ya que no fui un amigo muy cercano, pero si fuiste un amigo que marcó varias cosas, entre tantas el coraje por vivir. La azarosidad hizo que una que otra ocasión nos topáramos por el globo de avenida chapultepec, tu montado en una bici, otra de tus pasiones, acompañado de tu bella esposa, yo bebiendo café con mi madre y hermana.
La tristeza baña mi cerebro como un cálido oleaje, pues observo otros amigos consternados por tu partida antes de tiempo, pero agradecidos por el agua cálida que fue tu amistad.
Me gustaría imaginar que ahora agitando rítmicamente tus aletas nadas en la inmensidad azul del mar de Cortés y todo fue un sueño fractal que tuvo una mantaraya, que soñó que era un humano, que se llamaba Ignacio Aldasoro, que se casó con la mantaraya rosada llamada Jime, tuvo diversos amigos, entre tantos uno de ellos matemáticos, otros tantos ingenieros, que trabajo para Philips Morris, que buceó entre mantarayas, hizo ciclismo, viajó en moto...
No es un adios Nacho, es un hasta pronto.