Curiosamente y cerca del cumpleaños de mi padre me he topado con la serie nombrada la catedral del mar y digo curiosamente, porque el libro con el mismo nombre me lo regaló mi padre hace varios años, sin embargo como buen hijo rebelde o quizás harto de las locuras de él decidí guardarlo con el resto de los libros y no leerlo. Justo ahora es que he terminado de ver la serie y me ha parecido bastante interesante y sin duda me ha despertado la curiosidad de leer el libro.
Sobre mi vida es la primera vez que tan poco ejercicio he hecho en mi vida y los 102 kilos ando rayando a diario sueño con la oficina y pareciera que no hay cabida para terminar el sinfín de pendientes, he dejado de escribir, he dejado la capoeira, he dejado de garabatear, de doblar origami. He caído en una especie de mínimo local y no hay gradiente o voluntad que me force a dejar dicha convergencia. Acaso esto es llegar al cuarto piso, no obstante no todo es por el trabajo, sino en parte por mi falta de voluntad y creo sin lugar a dudas que es eso primariamente.
Como capitán de un navío arrío contra la mar y encomiendo a mis marineros, así a mis hombres les pido que hagan lo imposible y ha sido algo interesante, todo sea por servir al buen señor, e ironías ya que la misma serie me vislumbra cuan capataz blandiendo el fuete y obligar.
Me queda claro que este mundo y esta época en cierta forma es injusta, por un lado convencer a contratistas a que den su vida por la empresa y esta sin ningún beneficio, ni vacaciones, ni seguridad, esa es la afamada reforma laboral que FECAL tanto enarboló y atrapado en rala injusticia, tengo el fuete en la derecha y la zanahoria en la izquierda, mas no olvido que en las mismas estoy y no dejo de ser como mis hombres, igual de vulnerable. (Interesante pensar en mis hombres, me siento como una especie de regimiento o de barco con marineros).
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