Todavía con tu mirada infinita nos diste ese brillo, aún cuando tu corazón menguaba, en esta ocasión sobre tu mullido colchón te acurrucabas y no como en otras tantas alegre extendias tu pata comunicándonos tu deseo de pan y cuanta comida tuviese al alcance de mi mano. Otras tantas tu hocico descansabas sobre mi pierna como si acabaras con el tedio o la mala leche del día a cambio de un sabroso bocadillo. Cuantas veces te dije cucaracha o te gritaba de manera fuerte, otras más te cargaba como si fueras un bebé de casi 30 kilos y te giraba junto conmigo sobre mi eje para marearnos.
Tu fuerza y tus garras dignas para cavar todos los hoyos que gustases, tus colmillos enormes un perro cuya raza ha sido empleada como policia o para caza, todo esa gallardía hecha para alegrar a quien me dio la vida, día a día. Ojalá tus cenizas sean polvo de estrellas, como nos depara a todos quienes compartimos parte de tu adn. Así como tus ladridos alegres, así tu dolor por imaginar que tenías cachorros o tu otitis y en ultimas fechas tu débil corazón.
Hace unas horas quienes son mi sangre lloraban y no por falta de vínculo sanguíneo, que es lo de menos, sino la falta de vínculo, pues desvaneciste donde pasaste tus diez años de existencia.
Unos días atrás veía tu temor de salir a pasear sin tu madre, quien es curiosamente mi madre, y sólo tras ella como siempre andabas, más ahora. Si hay un más allá, ojalá estés para guiarnos, mientras meditabunda como siempre fuiste, guardo tu imagen recordándome lo efímero y hermoso que es este mundo.
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