Decidí irme de viaje en semana santa con los cuates de la oficina (Beka, Felipe y Ernesto) a el rancho de Ernesto o casa de campo. Al venir sentado en una camioneta aproveché las ventajas tecnológicas y en lugar de observar el paisaje me perdí en el laberinto del Fauno. Sí, yo creo en esa realidad-sueño, creo e imagino, siempre imaginaré y debrayaré, cuan niño... esa es la diferencia entre una alma cáduca y una alma perenne. Creo en el hijo de Elune, hermano. En algún momento subiré algunas fotos locochonas.
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