Después de desvelarme y bajo los efectos de una pastilla no muy común, pero conocida por sus efectos. Su servidor divagó a lo largo del paseo de la Reforma, se undulzó su existencia con un toque de jugo de liche y soda de leche. Pero lo más importante para mí en esos momentos fue poder disfrutar un paseo acompañado de un Jardín Brillante, por fortuna dicho Brillante Jardín accedió usar gorra evitándome el gozar el terrible sufrimiento de unos ojos asados o fritos.
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