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sábado, 16 de noviembre de 2019

Crónicas de un aeropuerto

Algo que amo de nuestro país sui generis de "póngase el mote" es su gente y la manera en que está organizado. Hablaré del aeropuerto porque es un común tanto para gente de "abolengo", como gente de no tan buena ralea.

Los baños

Cuando uno tiene que dar cuentas a su naturaleza sin duda es el trono lo que nos acompaña desde infantes hasta seniles, venga es algo muy humano y los baños del Aim parecieran que no solo se quedaron atrapados en los 50, sino que el mantenimiento igual, irónicamente tienen sensores, pero a comparación de otros países con los que nos encanta compararnos hacen una diferencia más grotesca que una diarrea y una buena deposición.

Diferencia entre espacio público y privado

Nuestro país goza con recordarle a uno en cada paso las diferencias sociales, la sala de espera es gris, fea, con una tediosa luz blanca, venga casi "soviética", mirntras que los restaurantes y comercios enarbolan luces amigables, espacios con madera. No hablemos de los salones vip, con una suntuosa entrada en marmol, "cadeneros". "Osea Hello aquí solo gente bien", oye pero todos estamos en la misma mierda, no es lo mismo mierda espolvoreada en oro, que mierda llana ubícate maestro.

Racismo

Quien niegue el racismo pasivo en nuestro país es un buen mal intencionado. Quienes atienden los negocios, limpian los pisos, restaurantes, baños cumplen con cierta fisonomía: morenitos, chaparros, rostros abatidos y con cierto resentimiento. Lo entiendo queremos voltear hacia otro lado negándolo rotundamente, pero esta en nuestros huesos.  Quizás la mejor manera es empezar a pagar mejores salarios, inversión en transporte público. Al final estamos en el mismo barco.

Sonreir a discreción

Algo que me sorprende mucho es que decimos que somos un país alegre, pero de nuevo crasa mentira. Pedí un capuchino en un cafe de la sala de espera, el dependiente como buen humano amaestrado no sonrió, quizás por mi apariencia desaliñada. Escuché detrás de mi una mujer en el clásico tono preguntando, pero afirmando que tenía un antojo de cierta bebida, vaya una típica "fresa", lo cual corroboré al voltear y salir del negocio, como en otros países sonreí amigablemente, pero lejos de obtener una respuesta espejo obtuve una mirada de desdén y una barrida hacia mi persona, lo bueno es que quien entregó mi café me deseo un buen día.

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