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viernes, 22 de agosto de 2014

La visita al ombligo de la luna -1-

34 días atrás me encontraba aterrizando al país cuya etimología en náhuatl significa el ombligo de la luna: México. En un arranque de chingesu y aprovechando una muy buena oferta de Westjet, decidí ser yo mismo la sorpresa para mi hermana y Rata quienes festejarían sus respectivos cumpleaños en Playa del Carmen. Asi que terminé entrando al ombligo de la luna por el nido de las serpientes en maya o Cancún como mejor se conoce al lugar.

Desde la llegada al lugar tuve que reacostumbrarme de nuevo a la locura Mexicana, el taxi colectivo manejó tendido y rápido, rebasando incluso por la derecha, la cantidad de gente, el ruido, los sabores. La mamá de Ek Balam o Andrés para los cuates preparó un delicioso caldo de camarón con chile pasilla que acompañé con unas tortillas recién hechas fueron el cielo en mi paladar.








El lugar donde mis amigos y mi hermana escogieron para guarecerse de las inclemencias del tiempo resultó un ligero fraude, pues dos días no contamos con suficiente agua, además de que la zona no era la más turística que digamos para el precio, pero a todo uno puede acostumbrarse y el placer de no ver a varios de mis amigos y hermana desde Enero compensaba la ausencia de un decoro mínimo para el precio pactado.

Sin duda mi paso por el ombligo del mundo estuvo aderezado por posiciones encontradas, pues Tulum y playa del Carmen son hermosos lugares pervertidos por el "progreso" turístico, ya saben la típica noticia de falta de planeación y cenotes inundados con relleno para saciar el hambre de residenciales, los crasos casos de corrupción y falta de escrúpulos. Un par de días después mis amigos regresaron al DF. ¿Quién chingados viaja a la península para quedarse un par de días? Claro mis amigos "ricachones", sin embargo yo decidí aprovechar el viaje y decidí volver a uno de los pocos lugares que amo y disfruto por la sencillez y la ausencia de clasismo: Holbox.
























Quienes no sepan Holbox es una isla que está en una área protegida, aunque no lo suficiente, en la parte más al norte de Quintana Roo y que aún no sucumbe al gran turismo, es decir es un pueblito con turismo sustentable, en donde uno puede pasear por las playas sin ser mal visto o esquivar la mirada de los gendarmes privados, como en otras playas de Quintana Roo.

Hace 4 años que viajé y sin proponérmelo nadé con el gigante que carga el universo en su espalda: el tiburón ballena. Hace 4 años que reflexioné mi llegada al tercer piso y afortunadamente esa isla es parte de mis neuronas, el gigante con el universo en sus espaldas en algún momento me recordó lo insignificante que somos, las oscuras noches con el arruyo de las playas tranquilas hicieron que me cuestionase sobre muchas cosas y a la vez sobre nada, en algún momento en ese tiempo una curiosa figura me convenció de quedarme en su hostel, recuerdo sus palabras diciendo que venir a la isla sin nadar con el tiburón era equiparable a visitar Roma sin ir al Coliseo, así que en mis neuronas se quedó grabado que volvería a tal lugar acompañado de quien me trajo al universo, desafortunadamente en esta ocasión no pasó tal cosa, pero si volví con quien ahora y en ese entonces es y era la pupila de mis ojos.

Al final de la estadía en la isla me dió un poco de saudade, pues al día de hoy México se encuentra terriblemente pervertido por el dinero y la ambición. Holbox no es la excepción, tanto los pobladores, como quienes pretenden hacer un desarrollo turístico al estilo de Cancún sólo les interesa el dinero, nadie se preocupa por que el lugar siga siendo sustentable para los caimanes, peces, playas formadas en miles de años, los tiburones, los pajaros, humanos... lo único que importa es el estúpido dinero.

Sobre el lugar de estadía en el hoyo negro de nuevo volví a quedarme en el Hostel Ida y Vuelta, administrado por unos mexicoitalianos: David y Sacia.  Sacia tuvo incluso la gentileza de darnos aventón para no perder el Ferry, lo cual me deja un sabor de boca agradable, también sin duda la calidez de los Holboxeños, pues el ceviche preparado durante el viaje con el gigante que carga el universo estuvo delicioso, así como los huaraches y demás antojitos, ojalá logren cierta consciencia más allá del dinero y salven su isla para futuras generaciones.

En el ferry me topé con un mexicano, que nos contó la historia de su vida, pollero al parecer, ahora dedicado a hacer talachas en ese lar del mundo, curioso, pues su vida surreal o con un terrible realismo mágico está plagada de aventuras cruzando gente en la frontera con el gabacho, Finalmente el último día en esos lares de México fué algo ajetreado, pues a diferencia del turismo sustentable y tranquilo, con fiestas en la playa, volví a la locura que representa Playa del Carmen y a no poder encontrar hotel, más que un motel boutique, sin embargo tal carestía se compensó con beber y bailar con música electrónica y mares de gente a más no poder.  El típico conozco al cadenero weeeey, déjame pasar, quienes son esos nacos, etcétera... Afortunadamente no tuve que recurrir a esas tretas ridículas dada la previsión de entrar antes de las 11 y obtener la pulsera de acceso gratis, para posteriormente ir a cenar, pendejear y regresar a la una de la mañana ya algo entonado. Irónicamente quien nos rehuía, termino apareciendo en el tercer piso rodeado de su patético glamour y ganándome el apodo de Moby Dick, aunque ahora que lo pienso quizás fue un halago.


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