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miércoles, 2 de marzo de 2011

Me llamo Alejandro

El gusto por secar mis retinas con papel ha disminuido considerablemente, en parte por que los tiempos libres que usaba para hacerlo se han disminuido o se han transformado por el uso de auto en detrimento del transporte público. También debo confesar que mis neuronas se han despabilado de curiosa forma, pues cuando viajo en transporte público los humanos que me rodean me llenan de curiosidad. No sé si la curiosidad se deba al líbido que despiertan o por imaginar sus historias de vida. Quizás ese señor barbudo de pants azul - me viene a la mente de pronto - que baja en Sevilla llegue a su departamento y espere encontrar a su esposa en la regadera. Sin duda está pensando en sexo, pues se nota el abultamiento - termina enjuiciando mi mente. Debo decir que he abusado en mi descripción, pues no siempre las historias que imagino tienen que serlo, ni mucho menos siempre las imagino, más bien me quedo viendo los rasgos del rostro, su fisonomía, su mirada. Libros sin palabras escritas sobre papel, pero con simbologías que a uno se le antoja tratar de descifrar. Incluso al grado de que olvido que traigo un libro en la mano, que clama por ser leido.
Así me sucedió por un largo tiempo, menos de un año eso si, con el libro titulado: Me llamo Rojo de Orhan Pamuk. Sobre por qué decidí leer a Pamuk fue por mera curiosidad de saber como escribiría y sobre qué lo haría un Turco, la elección del título, quizás por las existencias en el Sanbors. La narrativa se me hizo curiosa, cada capítulo o sección narrada por los distintos personajes de la novela desde un perro de alguna ilustración hasta los distintos personajes involucrados. Algo que me sorprendió fue la manera de hablar sobre el sexo entre hombre y mujer y entre hombres. Una sociedad musulmana en donde los hombres por el restringido acceso a las mujeres y quizás no manifiestan sus deseos con efebos, con alumnos... supongo que la hormona es la hormona sea el siglo XV o el XXI. Debo aclarar que los actores de la novela lo mencionan de manera ocasional y no es el eje central de la narrativa, más bien quizás el persignado sea yo y apenas hasta estas alturas de mi existencia me percato que el ser humano es un ser complejo en todas sus facetas, así como hay gustos diversos por la comida, así lo es para el "comer" y la Turquía del siglo XV no fue la excepción. Me viene a la mente las palabras de Sekure, cuando decide mojar el cálamo de Negro y se pregunta a qué se referirán los ilustradores cuando hablan de mojar el cálamo. Cuestiones fálicas, creo que es el común en doble sentido de muchas culturas y no sólo de la nuestra o del lengüaje de los ingenieros donde laboro.
¡Demonios! El tiempo en mi trabajo pesa y siento los ojos del deber acuchillantes sobre mi espalda.
El libro me hizo ver la seriedad e incluso el impacto de la ilustración y las incongruencias de los dogmas de fé para con la realidad. El que los musulmanes tuviesen prohibido ilustrar o hacerlo a la manera de los francos, es decir con el realismo y la perspectiva que nosotros conocemos en la pintura del renacimiento, nos muestra como el humano le saca la vuelta a sus propias contradicciones y prohibiciones. También me sorprende la irreflexión que permea sobre muchas cosas que hoy vemos triviales o simples, como lo es la pintura y el realismo que buscaron los maestros del renacimiento.

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